lunes, 11 de marzo de 2013

Cupido de cemento


Con el estrepitoso ruido de las bocinas, Romualdo se despertó. Aunque a veces se levantaba por el zumbido de las moscas que se encontraban revoloteando al rededor de las sobras de las pizzas del delivery de la noche anterior o de la semana pasada.
Colocó los pies en la tierra sin tener noción del tiempo, rascándose la busarda, dirigiéndose al baño para darse la ducha de todos los días. El muy puerco mal afeitado no usaba jabón, simplemente un chorrito de agua tibia, en el mejor de los casos más de un par de gotas, y un sobrecito de shampoo que venían de muestra en las revistas Justificaba su acto diciendo que quería ahorrar agua ya que esta escaseaba y así evitar una posible futura guerra. ¡El muy asqueroso tenía buenos argumentos! Se puso una camisa arrugada, unos pantalones rasgados de su época de rollinga, y unas Topper sucias.
Preocupado pensaba ¿Hoy que haré? ¿En qué derrocharé mi tiempo? Entre sus opciones estaba: sentarse en su abollado sillón y mirar la televisión tal vez algún programa de chimentos, noticias que chorrean un líquido amarillo, o una película porno. También podía tomar unas birras y escuchar un poco de rock del palo (Callejeros por preferencia), pero esta vez decidió ir a la plaza más cercana solamente para ver a las jovencitas que pasaban por allí y desnudarlas mentalmente para su propia diversión. “Joven verde busca chica ecologista” ese era su lema el cual tenía escrito en su frente, por decirlo de alguna manera. 
Se dirigió al banco de la plaza el cual estaba enfrente de una estatua. El pibe le fue indiferente a la misma, no era mujer ni tenía exuberantes pechos los cuales contemplar, así que se sentó con las piernas muy abiertas, parecía que se había bajado de un caballo galopante tras haberlo montado. 
Bellas adolescentes pasaban al lado suyo, soltando risitas tan agudas, similares a orgasmos. 
“A esa perra la haría aullar” “¿Esa otra será una prostituta?” “La de rojo tiene lindas piernas ¿A qué hora abrirán?”
Pensamientos lujuriosos recorrían su mente. Penetraba a las niñitas con su mirada, aunque esta demás aclarar sus otras intenciones. 
- Eh, flaco, anda a laburar, y deja de ensuciar el piso con tu baba.
Romualdo se sobresaltó ¿De dónde proviene esa voz? 
- Dale, dejate de embromar, son nenas, degenerado ¿No te da vergüenza? 
- ¿Quien carajo esta hablando? Vení a dar la cara, perejil. 
- Estoy en frente tuyo, chabón. Deja de mirar culos y te vas a dar cuenta. 
No podía ser, no había nadie, solamente la estatua.
- No me jodas ¿En donde estas metido? Salí que te desfiguro la cara a trompadas.
- Acá ¿Hace falta decirte que soy la estatua?
“No recuerdo a ver consumido marihuana esta semana. ¿El viagra afecta al cerebro?” Se decía para si mismo, Romualdo. 
- Si te lo estas preguntando, no, el viagra no es causante de esto. 
- No puede ser, no puede ser... 
- Si, pibe, si. Puede ser y lo es.
- ¿Por qué estas hablando conmigo? ¿Qué queres de mí? No tengo un peso, ni siquiera puedo pagar un telo. Así que no soy el que buscas 
- No, Romualdo, no te gastes. No quiero la plata de tu vieja.
- ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Y cómo sabes que me mantiene mi vieja? Habla pedazo de piedra animada.
- Bueno, bueno, bajando un cambio, señor erección. Puedo decirte más de tu miserable vida, trozo de carne podrido, desempleado, 29 años, vivís en un departamentucho...
- Departamento, piedrita.
- Bueno, como quieras llamar a ese cuchitril de un ambiente. Al grano. Se, que sos un mantenido, un parásito, y para todos sos un pelotudo, que nunca puedo tener algo real con una mina y que busca el placer guiándose por su imanación, tras sueños húmedos y picarones... Sos el idiota modelo, felicidades. Simplemente quería que lo sepas. No me des las gracias por ayudarte...
- ¿Vos me estas cargando? ¡No me jodas! ¿Por qué joraca tengo qué agradecerte? ¿Quién sos vos, cacho de arcilla? Anda a freír churros, dejame en paz si no queres que te deje hecho talco. 
- Yo seré rígido por ser una estatua. Pero tu cabeza no es precisamente de cemento, pero igualmente sos un cabeza dura, gil. Hace algo por tu vida, cuando recibas mi favor me vas a venir a agradecer.
- ¡Cerrá la boca, cabronazo!
Romualdo, cegado por la ira, dio una fuerte patada a la estatua, seguida de una secuencia de un numero infinito de piñas, dejándola hecha añicos. Da la casualidad que en ese momento, las cuatro de la tarde, pasaba un patrullero.
- ¡Quédese quieto joven! Va a tener que acompañarme.
- ¡Eh, pará!  Salí de acá, vigilante. La estatua me provocó. ¡La estatua me hablo, la estatua me hablo!
- Acá hay drogón encerrado. 
Tomó a Romualdo de la camisa y lo subió bruscamente al auto. 
El repetía una y otra vez en su defensa que la estatua era una hija de puta y que tubo su merecido, la respuesta del policía eran fuertes carcajadas y una seguidilla frases sarcásticas como por ejemplo “Claaaaaro, a mí hoy a la mañana la mesita de luz me puteo y me dio una patada en los bajos. Te acompaño en sentimiento, hijito”. 
Una vez que llegaron a la comisaría, lo encerró junto con otra persona.
- Che, pibe, te dejo con otro falopero.
Romu detectó al prisionero. Ardía en llamas. Era una mujer, de cabellos rizados, pelirroja, buen cuerpo, muy sensual.
Despegó sus labios carnosos y dijo con su voz cantarina:
- No me digas nada ¿La estatua, verdad? 
- ¿Cómo lo sabes?
- ¡Ja! lo supuse cuando el poli dijo que eras un fumanchero como yo ¿O acaso consumiste últimamente? 
- Esta semana no recuerdo haberlo hecho.
- Ya, yo tampoco recuerdo, estamos en la misma... 
- ¿Vos también destruiste una estatua?
- La misma que vos hiciste mierda. Una rompe bolas de primera. Me insultó en seis idiomas diferentes, la muy guacha.
- ¿Cómo puede ser esto? ¿Es una joda, esta todo planeado, nos pretenden tomar el pelo?
- Na… Simplemente quiso ayudarnos... Debemos agradecerle ¿No crees?
La pelirroja apagó el cigarrillo que tenía entre sus manos contra el piso sucio y lo penetró con una mirada matadora, hermosa, provocadora.
Romualdo calló, estaba muy confundido para seguir la conversación y a la vez anonadado ante la belleza de esa chica y su fuerte actitud de leona, había una incógnita detrás de esos ojos esmeraldas, un enigma ¿Cómo podía estar tan segura?
- En fin, me llamo Rita, 28 años, camarera, y según ese guijarro que esta en la plaza soy una ninfómana que no puede mantener una relación estable y que da mala fama a las pelirrojas de buen físico y grandes, labios. ¿Y vos? 
- Emm, Romualdo, 29 años, desocupado, y según ese soy un modelo del típico idiota argentino. 
- Ya veo. 
Se produjo un silencio incomodo y fogoso dentro de la húmeda y oscura celda. Se miraban entre ellos, se analizaban, se desnudaban, revelaban sus almas.
- Che, Rita.
- ¿Si?
- Hay algo que no me cierra... ¿Por qué tenemos que darle las gracias?
- ¿Aun no lo entiendes?
Las miradas hablaban el idioma del silencio, controvertido, dudoso y tajante 
Romualdo hizo un gesto de dandi de novela mexicana de bajo presupuesto, y con voz aún más gruesa (pretendiendo ser seductora) dijo:
- No, no lo entiendo, preciosa dama.
Rita arqueó su depilada ceja remarcada con delineador negro, le fichó los ojos con señal de asco y vergüenza ajena.
- Realmente… el típico idiota. – Dijo mientras largaba una bocanada de humo de su boca de salmón.
- Hey, encanto. No sólo porque tengas dos tetas enormes y un culo en forma de manzana te voy a respetar más. Pedazo de perra…
Siete de la tarde y el silencio del lugar se prestaba para cualquier tipo de discusión violenta.
- Pequeño precoz, segurito que con todas las mujeres con las que estuviste en tu vida, se fueron con un violeta en sus bombachas con tu firma.
Cólera salta de sus poros. Se acerca al mismo tiempo que Rita se levanta. Ella fue más rápida y le enchufó tremendo cachetazo.  
El toma de su rostro la mano de Rita.
- ¡Jamás vuelvas a hacer algo parecido!
- ¡Vago impotente!
En ese forcejeo de zafar, se produjo una encrucijada de manos rabiosas. Quedan cara a cara sintiendo cada uno las formas de sus cuerpos cabreados y altamente excitados. La respiración de ambos era tan fuerte que podía huía fuera de la celda. Las miradas se unieron con la potencia de una estampida de mil toros.
Aquel bofetón mutó en caricia.
La saña de hace un instante se descargo en un vaivén de miradas y labios mojados, ella hambrienta, el masturbando el tiempo como un ciego buscando un tesoro escondido. La sangre a punto de caramelo. Las sombras dibujaban lo que ocurría, era la unión de dos personas desconocidas, la bronca transformada en ironía.
- Nos unió la estatua, el mismo cupido de cemento. 
El policía los vio y dijo:
- Hey, ¿qué les parece si van a un telo? Los voy a dejar salir, pero dejen la merca, son jóvenes, no se arruinen las neuronas.
Ignoraron sus palabras, aun seguían contemplándose, besándose, curtiéndose. Eran libres, dos almas solitarias se habían encontrado.
- Romualdo ¿Y ahora que nos espera?
- ¿Qué te parece una pequeña escala a mi departamento?
Sonreían, caminaban al compás de los latidos de sus corazones y de los orgasmos contenidos.
-Romualdo, mira.
Rita apunto con su dedo de pluma a un sitio que quedaría grabado en sus mentes como la pisada de un perro sobre el cemento fresco. Allí estaba la estatua, intacta, como nueva.
El concepto de ambos hacia la misma había dado un giro. Se la quedaron mirando, y al unísono dijeron “Gracias” Soltó una risotada pícara inexplicable, y les guiñó un ojo. Ese ángel de piedra, que no tenía alas, ni sabía tocar la lira precisamente, si no que estaba rodeado de palomas y en lugar de un aura milagrosa, estaba toda escrita con mensajes de amor superficial, seguramente de adolescentes, iniciales de los nombres de la pareja feliz, muchos "te amo" y corazones mal dibujados. 
- Te advierto que no es palacio, para una reina como uste', pero…
- No digas más, tontito. Si casi lo hacemos en una cárcel ¿Por qué no en ese cuchitril que tenés como habitación?
Trotaron hacia la madriguera del amor. El éxtasis y el deseo eran incontrolables para estos dos jóvenes amantes de las relaciones carnales.
A Romualdo casi se le cae la llave del frenesí. Era tanta la emoción que se olvidó de ingerir la pastillita azul.
Desenfrenados, entraron tropezándose  a ese nido de carancho. Se devoraban, se arrancaron salvajemente la ropa en un parpadeo.
Todo iba muy bien, extrañamente bien para Romualdo pies izquierdos.
“Debo estar soñando” Pensaba Romu, dejándose llevar por el placer de la oralidad.
Llegó el turno de él. Bajó hacía su destino besándole la piel.
Arribó, y…. cómo decirlo. De verdad pensó más que nunca que debería estar soñando. Algo salió mal, terriblemente mal. El destino era la Llanura Pampeana, no el Aconcagua.  
- No me jodas…
Pegó un salto de la cama, le agarró un tembleque por todo el cuerpo.
- ¡No me jodas! ¡Rita! o como te llames… ¡No sos indio pero tenés carpa! - Se agarra la cabeza con las manos - 
-¿No te gusto? ¿No te va el equipamiento extra? Mira, te hago un regalito encima. No te voy a cobrar nada para que sientas un poco de satisfacción. La primera persona que no vas a tener que pagarle para que te complazca.  
- ¡No me provoques, trabuco!  
- ¿Todavía más? No es trabajo para la mejor tira goma de la zona.  
- ¡Fuera de acá, carajo!
- Vos te lo perdés…
Tanta era la bronca de comenzó una riña de patadas con su mesita de luz, y tanta era la furia de tener una erección con un travesti, que rompió inconscientemente, sus preciadas revistas porno. Su ira aumento cuando se dio cuenta que le faltaba la billetera. 
- ¡Estatua de mierda, estatua de mierda!
Cupido seguía en el parque, riendo junto con las palomas. Esta vez su flechita de piedra no pudo unir a dos almas vacías y ausentes de sentimientos, pero al menos pudo darle una pequeña lección a ese jodido cabrón, que no se la olvidará ni aunque le den un botellazo en el coco en medio de una riña disputándose una mujerzuela o un tomo de Play Boy. Jamás borrará esa jugarreta, ni tomándose sesenta  litros de cerveza, junto con su fiel amiga la marihuana.












Texto: Camille Chico. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario